Jagüey

Este es un proyecto de investigación que incluye grabaciones de campo, encuentros con comunidades, con sus cantos, así como un laboratorio que experimenta con la física hidráulica aunada con materiales y tecnologías que reaccionan con el sonido del aire, el metal y, por supuesto, del agua y el barro para la generación de experiencias sensibles.

La obra es el resultado de la circulación del agua y sus ritmos cambiantes, activados por tres fuerzas interconectadas: la fuerza humana que se  ejerce cuando activan la bomba del agua y provocan el elevamiento del líquido de un contenedor al otro, las fuerzas de cohesión del agua que interactúan con la gravedad, la acumulación y los flujos de vaciamiento; y las fuerzas del canto, proyecciones vibrátiles de la voz que perturban el agua, el aire y los cuerpos.

Instalación sonora. 2016

 

Presentación del proyecto:

 

“Vi la quebrada seca, recordé los sonidos registrados y me sorprendí de la rapidez en la que esos sonidos se están volviendo patrimoniales. Pensé en lo importante que es tener ese archivo abundante de sonidos asociado a los acontecimientos del agua porque en estas nuevas condiciones ambientales y políticas, posiblemente será lo único que quede”
Apuntes, bitácora de campo Leonel Vásquez

Esta instalación sonora toma su nombre de los jagüeyes naturales de La Guajira, los cuales son grandes depresiones en donde se empoza el agua y se retiene por la acción contenedora de las tierras arcillosas; la comunidad Wayúu se ha servido de estas concavidades naturales para acumular las aguas lluvia durante los inviernos y abastecerse con ellas en épocas de sequía.

El uso de estos recipientes geofísicos denotan resistencia, adaptación y coexistencia de múltiples formas de vida sometidas a ecosistemas extremos. El proyecto está articulado a partir de tres núcleos que ensamblan diversos intereses temáticos: Cuerpos de agua, Supervivencia y Reservorio.

Cuerpos de agua, es un invitación a explorar las posibilidades de percibir el sonido con la totalidad del ser: con los sentidos, los huesos, la piel y los fluidos internos (“auralidad descentrada”); posibilidades que el cuerpo brinda, por ejemplo, para desarrollar la escucha bajo el agua y que puede sobrepasar los límites de cualquier campo visual.

El segundo núcleo, Supervivencia, es una convocatoria al encuentro con las voces, los cantos y sonidos que pueblan las aguas: se trata de ecos y resonancias del paisaje sonoro y el encuentro con las tradiciones culturales en las que el territorio se configura a través de su canto.

Por último, Reservorio exhorta a que pensemos en la catástrofe ambiental, en la que está abocado el hombre contemporáneo, desde la perspectiva de las memorias que ofrecen los paisajes sonoros en vía de extinción o en extinción.

El agua del jagüey, aparte de tener una función de supervivencia para el consumo humano (calmar la sed, aseo, dar de beber a los rebaños de cabras y tantas otras posibilidades), tiene un lugar importante en las tradiciones y costumbres de los pueblos de La Guajira.

En este entorno, el agua configura parte importante del paisaje: los jagüeyes son nudosidades (nodos) palpables en un tejido de relaciones biológicas y culturales donde se despliega lo humano, lo natural y lo sobrenatural. El jagüey es reservorio de agua, reservorio de sonidos, reservorio de vida, reservorio de mitos.

En los jagüeyes se deposita la posibilidad de subsistencia de una población que en los últimos años se ha visto en riesgo por la larga temporada de sequía, hecho que intensificó el desplazamiento humano y que lleva a la comunidad a celebrar los ritos en los que se cantan jayechies para llamar la lluvia.[1] Así mismo, le cantan al agua porque de ese modo pueden expresar el sentimiento de profundo respeto y admiración que ella despierta.

Dichos cantos hacen parte de los ritos ancestrales de crianza del agua: prácticas de entendimiento, interacción y cuidado con el líquido elemento que permite tratarlo como un ser vivo con sentimientos, con emociones y capaz de reproducirse por sí mismo, similar a lo que acontece con una persona.

Abordar el paisaje del agua desde lo sonoro es acceder a la experiencia temporal y efímera de un territorio en crisis, es la expresión urgente de un entorno que se está agotando, en parte por la misma evolución natural, en parte por la intervención del hombre.

Escuchar los sonidos que produce el agua aviva la posibilidad de interpretar sus mensajes, así como ofrece herramientas que sirven para crear armonía con sus tránsitos y para tomar consciencia de nuestra participación en los mismos.

Comprender los paisajes del agua, en su escasez y en la abundancia, faculta repensar las prioridades culturales, económicas y ambientales necesarias en aquellas prácticas que se valen de ella para su aprovechamiento e implica recuperar un modelo sostenible basado en el entendimiento de los ritmos propios del líquido elemento.

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