Cantos Silentes en Cuerpos de Madera

El 31 de Agosto en el acto de reconocimiento de responsabilidad por parte del estado, recordamos a los 17 niños, niñas y adultos que murieron en el vergonzoso bombardeo del ejercito del estado colombiano, hacia la población de Santo Domingo (Arauca). Sus voces volvieron a sonar con la ayuda de sus familiares, quienes les recordaron, cantaron y guardaron silencio desde el cuerpo leñoso de árboles nativos. Vibramos al unísono, presentes y ausentes pudimos tener un lugar para que estos seres volvieran a pasar por nuestros corazones. Lo sucedido en Santo Domingo, debe provocarnos repudio y a la vez un llamado a la responsabilidad que tenemos los colombianos con los muertos y «vivos muertos», que va dejando la violencia en esta país.

Leonel Vásquez

                                    

 

                                    

 

                              

 

Instalación Sonora
2017
Materiales: 17 arboles nativos, sistema de amplificación multicanal de 17 salidas, transductores  de sonido por conducción sobre madera, 17 sillas dobles en madera teca.
Medidas: Silla 120cm x 50cm x 45cm, Instalación: 15 metros x 10 metros.

 

Relato de trabajo adelantado en el encargo de la Radio Nacional para el acto simbólico durante  el evento de reconocimiento de responsabilidad del estado y sus fuerzas militares en la masacre de santo Domingo, Arauca

Lo proyectado

“Cantos silentes en cuerpos de madera ha sido una iniciativa para aportar a la reconstrucción de la memoria de las comunidades afectadas por el conflicto armado a partir del lenguaje simbólico del arte sonoro. Nace como respuesta a actos simbólicos desarrollados en varias partes del país donde se siembran árboles para conmemorar las víctimas, y donde nace la pregunta: si cada uno de esos árboles nos contara sus historias ¿cuántas cosas sonarían?.

Al ser llamado por la Radio Nacional para proponer una experiencia de trabajo con las víctimas del bombardeo en Santo Domingo, Arauca, pensé en la continuidad de este proyecto y en los modos discretos y necesarios en el que esta iniciativa y su especificidad simbólica aporta al trabajo con la memoria.

Se estructuró una propuesta de trabajo en el que sonidos que hacen parte del paisaje sonoro de las comunidades afectadas, así como de los testimonios, cantos, poesías que las víctimas lograran elaborar, serviría para la reconstrucción de las 17 biografías y dignificación de los ausentes. Con este archivo se diseñaría una instalación sonora que tendría como propósito traer al presente a los ausentes -quiénes eran, qué cosas les hacía reír, qué cosas les hacía llorar, cuáles eran sus sueños-, simbolizando así que la memoria está viva.  Con la propuesta se buscaba configurar un espacio sonoro de la memoria que permitiera a las víctimas encontrarse para resignificar los hechos de violencia del pasado y dónde recordar a los que ya no están.

Para la materialización de instalación sonora se propuso configurar un bosque  sonoro de la memoria, donde estarían sembrados 17 árboles que darían vida a los ausentes mediante la vibración y resonancia de aquellas sonidos que las víctimas compartieron para la dignificación de los ausentes, a través de unos dispositivos electro mecánicos dispuestos en las raíces de los árboles y que permitiría que los asistentes escucharan  solo si hacían contacto físico sobre los árboles.

Se busca que la escucha se vuelva un acto consciente y corporal, darle el cuerpo y tiempo  para que lo que cada árbol expresa, y digo darle un cuerpo porque literalmente hay que pegar el oído la cabeza, tocar el árbol y para que los sonidos que vienen directamente del árbol y sus interpelaciones pasen directamente a nuestro cupo y haga vibrar nuestros huesos.

Se toma prestada la vida del árbol para depositar en él, el deseo de vida de cambio de los sobrevivientes, que buscan la luz de un pasado oscuro, el árbol  sonoros es un medio para traer los 17 fallecidos a participar de ese acto porque los que estamos vivos tenemos boca para expresarnos, los árboles posibilitan el encuentro entre los vivos y los muertos

Encuentro

Fui con la idea de trabajar en los modos de recordar las 17 personas fallecidas durante los bombardeos, sabía que como las circunstancias de tiempo no eran las ideales para poder hacer de comienzo a fin un trabajo colaborativo,  llevaba la propuesta adelantada y esperaba que en un taller, que día a día se fue reduciendo y hasta al final se redujo a una conversación, pudiéramos trabajar en la consolidación de los modos y contenidos del acto.

Llegamos y las personas se miraban unos con otros y se preguntaban que estamos haciendo aquí, si bien habían miradas distintas en el lugar imperaba un ambiente de desconfianza, a cada momento que avanzabamos en la conversación.

En la presentación inicial de los objetivos del encuentro hubo de inmediato interpelación, ¿Para que recordar? No queremos hablar del pasado, decían por aquí y por allí. Fluyeron en palabras, y en sus voces sentí como si las heridas que hizo el pasado en ellas  hubieran tenido que cerrarse por ellas mismas, por la necesidad de poder continuar  con la vida, blindar su cuerpo con el olvido y el desinterés por mejorar el pasado desde la perspectiva justa, adentro en su corazones pedazos de carne y nervaduras desechas. Parecía que al mirar hacia atrás cualquier cosa que pudiera rescatarse se veía empañada con la oscuridad del acontecimiento macabro. A estas personas se les quitó la posibilidad del pasado, además porque el pasado se lo tomó las instituciones de justicia y el estado litigante y los medios de comunicación para hacer cada vez que querían durante estos 18 años una versión ajustada a las necesidades  de sus intereses. Con cada palabra mal intencionada o mal dicha, inexacta, distinta, puesta en boca de otros se arremetía contra la dignidad porque para ellas no hay posibilidad alguna de que alguien viva en su cuerpo lo que ellas han vivido en el propio, así de claro lo decían cuando podían, porque por la carga de significación, emoción y violencia contenida en sus cuerpos, hacía que sacar la palabra costará, en respuesta el llanto, la impotencia y el silencio.

¿Ahora que hacer con el propósito de hacer un acto simbólico de tributo a las víctimas?

A esa altura de las cosas todo había sido tan mal puesto que con qué autoridad moral alguien que representaba parte de las acciones que el estado haría para el evento de reconocimiento de responsabilidad, tenía la carga de representación del funcionario, indolente, con justa razón. Me sentí mal y estuve dispuesto a terminar con el proyecto, me solté y dejé que ellas condujeran el camino. Aun así sentía que cada palabra, cada gesto y provocación se convertían en movimientos y operaciones sobre la fragilidad y el dolor  de esos corazones desechos, sentía que un movimiento innecesario o mal hecho en este proceso de establecer una relación humana, para ellas podría significar una mayor abertura y dolor incontenible. ¿cómo cuidar el cuerpo del otro?  

Escucharlos, consultar cada momento, pensar y sentir mucho más antes de hablar nos ayudó, aunque no era garantía nos permitió abrir sus espacios, poder tener una caminata juntos, tomarnos un café, hablar de plantas y otras cosas,  allí un encuentro colectivo recoger con sus voces los pedazos de vida, ir dándole cuerpo presencia y llenarla de virtudes y de momentos lindos del pasado, pudimos manifestar nuestro aprecio, sentir que ellas y sus familiares eran seres únicos que merecen ser escuchados de forma profunda y honesta, que en cada acción  se fuera reconstruyendo el valor de la dignidad de la vida.

Finalmente armamos la instalación sonora con los 17 árboles que cada uno de los familiares sugirió entre frutales ornamentales y de sombra, incluso fuimos con ellos al vivero, algunos de los familiares llegaron el día de montaje y ayudaron desde el comenzó hasta el final, la emoción de la comunidad por lo que hacíamos y por las ganas de escuchar las voces en los árboles fue tan grande que hubo un momento en el que muchos niños, madres y vecinos de Santo Domingo se reunieron en el monumento, y tomaron los palines y herramientas, arreglaban las sillas, abrían huecos, enterraban cables, aplanaron la tierra, tomaban medidas, ponían sillas, se oscureció y fueron por lámparas, todos atentos esperando con ansia el momento en el que los árboles hablaran.

¿Qué hacer con esos sonidos, como escucharlos?

No queríamos que algún árbol quedara en silencio a menos que ese fuera el deseo de sus familiares entonces como gesto hospitalario, algunos músicos de la casa de cultura de Tame y el maestro Leonel Reina dedicaron unas tonadas y pusieron en sus instrumentos el deseo de acariciar con cada nota el recuerdo de familiares que aunque sentían aprecio por lo que hacía, no estaban dispuestos a abrir su pasado.

Cada sonido y cada voz tiene una capacidad de crear imágenes, que al escucharlos inmediatamente buscan tener lugar en nuestras cabezas y permanecer ahí como ecos estacionados que resisten a desaparecer, en la mía del tumulto sobresale  la imagen de la cara de felicidad y sonrisas de las niñas Tilano caminando descalzas, agarraditas de las manos, en una algarabía minúscula que solloza brota de sus bocas, pasando la calle tranquila, contrastada con el afán de un rico dulce que les espera en la tiendita de doña Teresa.

El dia que nos veíamos por segunda vez la señora Clemencia llegó con una bolsa negra y me la entrega en las manos y le digo: ¿que es esto?, y me dice: la tarea, el sonido para nunca olvidar, abro la bolsa y encuentro un balón de fútbol. Me dijo lo tengo desde ese dia porque mi hijo murió por su amor al fútbol, con está pelota estaba jugando su ultimo dia. Lo traje para recordar sus sonidos….

Lo que quedó grabado en cada gesto, cada palabra, cada silencio se encuentra un ser que trata de ir al pasado con la dificultad de ese pasado y permitirse aparecer  en algunos momentos que nos recuerdan lo valiosos de la vida, la grandeza de los momentos cotidianos, de las risas, de los  dones y defectos,  de los seres queridos,  de los sueños y su legado.  Acá cada mínimo elemento sonoro es un gran esfuerzo por reunir las partes de una humanidad desecha. Así mismo invito a que se escuche.

En mi experiencia y siento que también la de muchos de los familiares, al final de este trabajo cada uno de los 17 seres que se les arrebató la vida, volvieron a tener un cuerpo un espacio y un lugar en Santo domingo, se les recordó con nombre propio y con una voz propia que nos repetía la bella humanidad que se perdió con sus vidas, aprendimos a apreciarlos y a desearlos, sentí que ese día estuvieron allí sentados escuchándonos y  hablándonos con la sutil voz de una hoja de una ramita de esos pequeños árboles.

Fue muy bello ver a los familiares sentados al lado y reunidos alrededor del árbol, cada uno tomando de la mano una ramita con si fueran  los brazos y las manos de los recordados,  tendidos con todo su cuerpo dispuestos a la escucha, permitiendo la entrada a sus corazones de  cada uno  de esos sonidos que  como medio  les permitía alcanzar a tocar una mínima parte del hálito de sus amados. Después de todo y hasta ese momento, y de manera discreta ellos, ellas y nosotros los involucrados en el proyecto, sentimos que valió la pena.

Espero que este acto sea memorable, que se diga que un día y después de tanto tiempo estuvo Nancy, Pablo, la señora Teresa, don Rodolfo, don Salomón su nuera Yolanda y su nieto, también los nietos de la señora Margarita y su hija, los hijos de don Jorge y el niño que cuidaba, el hijo de la señora Clemencia  Carmen Antonio, Luis Orlando y Luis Enrique, todos ellos estuvieron allí sentados al lado de sus familiares en el monumento de santo Domingo, que salieron de la penumbra hablaron a través de los árboles que fue tan lindo ese momento que nos da ganas  de contárselo a otros, porque sentimos que así recordados y amados, ayudamos a que los muertos puedan morir en paz.

También insisto que sea una oportunidad para dignificar las víctimas, ellos pusieron los muertos y lo mínimo que merecen es tiempo, respeto y cuidado con lo que hacemos. En general y con relación al acto de reconocimiento, que la humanidad que hay en cada uno de nosotros se avergüence de lo que paso, que esto nos duela y hagamos lo posible porque no se vuelva algo normal, que las víctimas sientan que hay otros que los escuchan y que todos tenemos algún tipo de responsabilidad con los muertos que ha dejado la violencia en Colombia.

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