Auscultar un territorio de alumbramientos

Residencia Plataforma Bogotá-Más arte Más Acción

Junio/noviembre  2019

Año tras año, las ballenas yubarta viajan miles de kilómetros en la búsqueda de aguas cálidas y tranquilas para poder aparearse y alumbrar sus crías, rodean la costa pacifica de centro américa y entre tantos lugares encuentran el golfo de tribugá: un espacio para el ritual sonoro de la procreación de la vida. Sin embargo las aguas profundas  de los mares en Colombia se están contaminando acústicamente, los niveles de polución han venido aumentando al igual que los proyectos de desarrollo e infraestructura en la política de estado. El tránsito marítimo, la pesca industrial, la exploración de hidrocarburos entre otras acciones antropogénicas, están sometiendo a la vida marina a intensidades y frecuencias que afectan la salud acústica de los mares y alteran los comportamientos de los animales al punto de volver imposible su vida en estos territorios.

Hemos creado una imagen del mundo subacuático fuera del agua, sin escucharlo, sin sentirlo, imagen que nos ha permitido, referenciarlo, intervenirlo y apropiarlo. No somos conscientes de los impactos que tienen las acciones humanas más allá del alcance de nuestra mirada, se ve el paisaje acuático como un recurso y las interacciones como procesos técnicos para su instrumentalización. La imagen silenciosa que proyectamos desde afuera de las aguas del pacifico contrasta con la cacofonía de sonidos producto de las acciones vitales y de territorialización entre el mundo mineral, animal y humano.

En este proyecto de residencia asumí el trabajo urgente de democratizar la escucha subacuática, acercar el oído a las agua y sus distintas formas de vida y sus mensajes. Como una acción cotidiana y urgente, desterritorializar el sonido en las aguas del lugar exclusivo de la investigación en las ciencias oceanográficas, la comunicación militar, y los proyectos extractivistas. Una escucha que permite el conocimiento, la sensibilidad y la responsabilidad como testigos sonoros para buen entender y relacionarse con los  distintos seres que allí habitan. Encontré en el sonido obstétrico y oficio de las parteras del pacífico un motivo revelador, unos cuerpos tendidos a la comprensión de su entorno que les ha permitido transformar el mundo botánico ancestral en medicina, expandir las potencias de su cuerpo sintiente para desarrollar  la imaginación táctil y la escucha profunda como un modo de establecer comunicación y entendimiento de lo oculto. Entonces ¿Que pasa si orientamos la escucha sensata al fondo de las aguas, a los lugares donde la vista no llega y nos dejamos interpelar por los mensajes que las  pueblan?. ¿Qué pasa si ese mismo modelo de amor hacia la vida de los humanos se proyecta hacia el territorio, si nos volvemos parteras y parteros de las ballenas y si interpretamos los sonidos como señales vitales  para tomar decisiones?

Recorrí con mis oídos varios corregimientos y paisajes de agua, conversé durante horas con parteras, carpinteros de rivera, pescadores artesanales, biólogos, agentes turísticos y nuestro tema de conversación giraba entorno a las cosas que tenemos en común con las ballenas, el territorio, y el lugar de los sonidos en esta relación. Después de varias semanas de reconocimiento, lideré un laboratorio de escucha subacuática donde, además de abordar aspectos técnicos del sonido en el mar, hicimos nuestros propios hidrófonos con tecnología básica pero efectiva, y luego hicimos salidas de escucha y registro en la mar, siempre acompañados por el indeterminado concierto de ballenas donde  pudimos vivir en carne propia la magia de  su cantos y lo aturdidor de los motores de los barcos camaroneros.

Al final del laboratorio generamos un espacio para compartir la experiencia, con los registros sonoros en las salidas de escucha, compusimos una pieza para que sonara bajo el agua en una estación de escucha subacuática. Para esto, llenamos de agua una “azotadora” (embarcación utilizada generalmente para el trabajo con arroz) e hicimos una especie de baño sonoro conducido por un flujo vibrátil de cantos de ballenas y de humanos, arrullos y voces del paisaje, mezclado con un preparativo de hierbas medicinales.

Durante este tiempo y con distintas personas llegábamos a la misma conclusión, somos lo peor y lo mejor que le ha pasado a este planeta, los humanos hemos puesto el paisaje acuático en crisis, pero también podemos aportarle desde el entendimiento, la sensibilidad y la revaloración, escucharlo de otro modo ayudará a reestablecer los vínculos y eso se reflejará en su aprecio y cuidado.

Entrevista Radio Nacional de Colombia

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